El Barcelona comenzó achicando agua y terminó rotando y sesteando, gobernando un partido plácido en un ambiente que pasó de hirviente a gélido en el magnífico Donbass Arena. El Barcelona ganó, cerró la eliminatoria en 6-1 y jugará las semifinales por cuarta temporada consecutiva. Palabras mayores, guión de trabajo bien hecho. Y rutina en la excelencia si medimos lo que sucede en el Barcelona en términos de Leo Messi. El insaciable, incansable, imparable Leo Messi.
Messi marcó el gol de la victoria cerca del descanso. Noveno en diez partidos en Champions y su gol número 48 en la temporada. Un hito, otro hito. Messi fue el termómetro del partido: lento y poco participativo en el arranque cuando el Barcelona sufrió (ligeramente), tomó luego el mando y comenzó su enésima deconstrucción de un rival. En el campo donde debutó en competiciones europeas, tantos títulos y balones de oro después, Messi volvió a parecer un futbolista superior a todos los demás, como casi todos los días. Sin hacer grandes cosas, sin hacer lo que para él son grandes cosas, cambia los partidos, marca goles, activa a sus compañeros y desactiva a los rivales y también al público porque no se puede pitar con la boca abierta. Messi no rota porque no se cansa de jugar al fútbol y puso, otra vez, firma a los mejores detalles del partido: un gol, algún slalom marca de la casa, un par de asistencias que sus compañeros mandaron al limbo, un avispero de detalles.
Messi marcó el gol de la victoria cerca del descanso. Noveno en diez partidos en Champions y su gol número 48 en la temporada. Un hito, otro hito. Messi fue el termómetro del partido: lento y poco participativo en el arranque cuando el Barcelona sufrió (ligeramente), tomó luego el mando y comenzó su enésima deconstrucción de un rival. En el campo donde debutó en competiciones europeas, tantos títulos y balones de oro después, Messi volvió a parecer un futbolista superior a todos los demás, como casi todos los días. Sin hacer grandes cosas, sin hacer lo que para él son grandes cosas, cambia los partidos, marca goles, activa a sus compañeros y desactiva a los rivales y también al público porque no se puede pitar con la boca abierta. Messi no rota porque no se cansa de jugar al fútbol y puso, otra vez, firma a los mejores detalles del partido: un gol, algún slalom marca de la casa, un par de asistencias que sus compañeros mandaron al limbo, un avispero de detalles.
La opción Mascherano
El dibujo del partido es fácil, bastan un par de pinceladas. El Shakhtar, con todos sus brasileños al ataque y casi toda su defensa titular en la granda, tuvo un cuarto de hora de fútbol fogoso en el que encimó al Barcelona, le quitó el balón y le metió en el área. Lucescu buscó el milagro en un puñado de minutos: un gol rápido que cambiará ánimos y propiciará taquicardias. No llegó porque lo evitó Valdés con una parada soberbia, decisiva, ante Douglas Costa. Después y con la eliminatoria fuera de discusión, el equipo ucraniano tuvo otras dos y otras dos salvó un portero en plena madurez y en estado de gracia, un portero cuyo nombre ya se deletrea en puntos y eliminatorias decantadas. A partir del ecuador del primer tiempo el Barcelona se sacudió la pereza y entró en un partido que justo entonces dejaba de existir, con el escuadrón comandado por Jadson y William más descreído a medida que pasaban los minutos. El Barcelona durmió el juego, marcó y se paseó durante una segunda parte en la que pudo marcar más goles y que fue poco más que un entrenamiento en el que se cumplió un objetivo casi único: evitar accidentes, lesiones y resfriados.
Así que lo más interesante que dejó el partido tiene que ver con intenciones poco disimuladas ahora que ya, ahora sí, están aquí los Clásicos en serie. Guardiola cumplió con su mensaje de seriedad y no rotó más allá de lo que no está (Puyol, Abidal, Iniesta) o está volviendo a la dinámica (Pedro). Afellay entró en la izquierda y dejó detalles y Villa quedó en la derecha y dejó otra foto en la que no salió favorecido. Torpe con el balón y ausente muchos minutos, lo mejor fue su movimiento entre los centrales para abrir la autopista por la que se coló para marcar Messi. Pero el asunto crucial está atrás, donde las bajas de Abidal y Puyol tienen al Barcelona algo más vulnerable, más largo en el campo. La entrada de Mascherano como central apunta a la final de Copa y a las semifinales de Champions y persigue un doble fin: situar junto a Piqué a un jugador rápido que permita lanzar la línea de zagueros sobre el centro del campo y devolver a Busquets al centro del campo, donde su trabajo de intendencia, construcción y destrucción, es capital.
Sin sustos y sin épica, todo quedó hecho y hablado tras el 5-1 de la ida, el Barcelona vuelve a semifinales tras ganar en un campo en el que casi nadie gana y tras ganar fuera, una de las asignaturas pendientes de Guardiola en Europa. El partido no tuvo emoción, claro, pero dejó la imagen de un Barcelona autoritario y terriblemente superior durante más de una hora de partido. Y ahora, ahora sí, por fin, llegan los Clásicos.
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