La cita es un cara o cruz para ambos, pero en especial para el Bayern. Juega en casa, es su final, y suya también toda la presión del favorito. Porque, además, los locales juegan sin red. El Borussia les ha humillado tanto en la Bundesliga como en la DFB Pokal, en la que el orgulloso club bávaro se llevó un correctivo de esos que tardan en cicatrizar: 5-2 para el excelente Dortmund de Jurgen Klopp. Durante la temporada, cada derrota era minimizada por la perspectiva de ganar la Champions en casa. Pero, según se acercaba la final, se acababan las coartadas. Ya no quedan.
Para el Chelsea la situación es casi igual de dramática. Se ganó la FA Cup ante el Liverpool y Di Matteo ha obrado ya un pequeño milagro en la Champions. Y mas allá del Barcelona. Comenzó a fraguarlo ante el Nápoles y lo ratificó ante el Benfica. Lo del Camp Nou fue la guinda a un recorrido mucho mas largo de lo esperado. Aunque Abramovich no ha invertido 900 millones de euros para coleccionar finales de Champions, sino para ganarlas. Y, si su equipo no lo hace, el año que viene habrá menos glamour en stamford bridge. Bye Champions, hi Europa League.
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