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Liga española ::. Barcelona hizo llorar al Real Madrid con goleada

El Nero
El Barcelona tomó el mando de la Liga con una goleada en el clásico teóricamente más igualado de los últimos años. El marcador reflejó, sin embargo, un desequilibrio perfectamente asociado a la superioridad de los azulgrana sobre el Real Madrid. El colectivo aplastó a las individuales. La 'máquina de jugar' destrozó a la supuesta 'máquina de matar' que había construido José Mourinho. Lo vieron 90.000 entusiastas en el estadio y otros 400 millones en sus respectivas regiones del mundo. Xavi, Pedro, Villa en dos ocasiones, y el suplente Jeffren remacharon la exhibición con goles. En el descuento, Sergio Ramos perdió los nervios con Puyol y acabó expulsado.



Dejada atrás la prolongadísima y agotadora previa, llegó la hora de la verdad: sin rumores ni intoxicaciones. Un Barça-Madrid con los mejores sobre el campo que representaban de salida dos ideas fieles al credo de los dos entrenadores. El Madrid pagó la lumbalgia de Gonzalo Higuaín, ausente de la alineación inicial del Real Madrid y Karim Benzema ocupó el espacio que en la libreta de Mou tiene el Pipa. Pero la celebración del Barcelona no se justifica solo con una baja de última hora.
Baile desde el inicio

El Barcelona empezó con el mismo once del clásico del Camp Nou de hace un año exactamente, salvo por las presencias de Pedro y Villa en lugar de Keita y Henry. Cinco ausencias (Albiol, Arbeloa, Lass, Kaka, Higuaín) respecto a la formación del entonces técnico madridista, Manuel Pellegrini: Carvalho, Khedira, Özil y Di María, los fichajes del verano.

Un torrente de fútbol cayó sobre los veteranos y los noveles del equipo blanco, que salieron con la consigna clara de aguantar, robar en el centro del campo y enviar un balón a Cristiano Ronaldo, que él sabría qué hacer con él. El Barcelona salió a jugar y a combinar con toda la pléyade de centrocampistas campeones del mundo en espacios jibarizados por la presión blanca.

El Madrid opuso una línea adelantada de cuatro en la primera fase del ataque azulgrana. Cuando Xavi, Iniesta y sus muchachos avanzaban con pases en corto rapidísimos, la defensa blanca pasaba a ser de cinco, porque a ella se añadía Di María como un lateral izquierdo, refuerzo de la zona que defiende Marcelo.

El Barcelona no tardó en abrirse paso hasta la habitación de Casillas con ese virtuosismo ofensivo, inalcanzable para ningún otro equipo en el mundo. Messi encontró una posición que sólo para los genios es de tiro a gol. Golpeó la pelota de rosca, Casillas no llegó a taparla y el palo la rechazó. A los 10 minutos, Iniesta vio el desmarque de su socio de Terrassa, enviaba el balón al corazón del área, lo rozaba Marcelo y Xavi, sin tiempo ni posición, domó el balón y lo colocó en la zona que defiende el guardameta.

El desequilibrio de la zaga blanca no cargaba el mochuelo a uno u otro defensa. Simplemente, tenían asignada la tarea de cubrir zonas imposibles. Sólo un 'autobús' innoble frente a Casillas hubiera podido evitar la catástrofe. A los 18 minutos, Pedro resolvía empujando la pelota a gol una jugada con cambio de orientación de Xavi, a Villa, que recibió con espacio para controlar y lanzarse al área. Sergio Ramos salió al rescate, el asturiano encontró la forma de tirar con poco ángulo y Casillas tocó lo justo para dejar la bola a los pies de PR17.
Una reacción tímida y corta

La reacción del Madrid, que había dado miedo en dos contraataques culminados por Di María antes de los dos goles, se hizo esperar. Y no alcanzó a denominarse de esa forma hasta los últimos 10 minutos, los posteriores al rifirrafe de Cristiano con Guardiola. El Madrid se atrevió entonces a discutirle la posesión al Barça y CR7 pidió un penalti de Valdés, aparatosamente por encima del portugués.

Con penalti o sin él, el Barcelona, en ese tiempo, en su situación menos admirable de la noche, encontró en dos acciones de Messi la oportunidad de marcar antes del descanso otro gol. Los que llegarían después, en un derroche absolutamente descomunal del Barcelona sobre un Madrid ya sin Özil y con Lass en su puesto. Lo cual significó el reencuentro de Villa con el gol por partida doble, gracias a las asistencias letales de Messi, que sigue sin marcarle a un equipo de Mourinho.

Cuando se marchó del campo Villa y cuando lo dejó Pedro, entraron en él Bojan y Jeffren, los actores de la quinta y definitiva estocada al desconsolado Iker Casillas. Fue el canario quien remachó el marcador final.

Que se fuera Özil del cuadro sólo significó la cesión de una posible baza ofensiva. Pero, vista la primera parte, el alemán cuenta poco en esta forma de jugar. Necesita el balón y no lo tuvo. Lo secuestró el Barcelona y, con él, el equipo de Guardiola convirtió el clásico más esperado en una colección de rondos y al Real Madrid en una especie de Almería desorientado.

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